martes, 22 de abril de 2008

O mais grande do mundo

EL NEGOCIO DE LA SOJA: LA EXPANSION DE LA PRODUCCION EN BRASIL.

En Mato Grosso, Clarín Rural visitó al mayor productor sojero del mundo. Las diferencias con la Argentina.

Brasil y Argentina no sólo son protagonistas en el fútbol. Además, constituyen el principal polo sojero del mundo: juntos aportan a todo el planeta casi 110 millones de toneladas (61 Brasil y 48 Argentina), es decir, algo más de la mitad de la producción mundial. Pero las variables productivas de cada país son diferentes: desde el clima, los suelos, la infraestructura y hasta la política. Clarín Rural recorrió, en el Mato Grosso, los campos del Grupo Bom Futuro, el mayor productor de soja brasileño y del mundo, para saber cómo es trabajar en esta región, la de mayor potencial del planeta.El Grupo Bom Futuro trabaja unas 200.000 hectáreas en Campo Verde, en Mato Grosso. En esa zona, Clarín Rural visitó Filadelfia, uno de los cuatro establecimientos que componen el Grupo, con una superficie de 41.000 hectáreas. Un verdadero mar de soja, el principal cultivo de la región. Los cuatro establecimientos del Grupo son de la familia Maggi Scheffer. Filadelfia pertenece a Erai Maggi Scheffer, mientras que sus dos hermanos y un cuñado son los dueños de las restantes. Para esta campaña, el Grupo sembró 120.000 hectáreas de soja, un 12% más que en la campaña pasada. El esquema se completa con 40.000 de maíz y 68.000 de algodón. En la zona, la siembra de soja se realiza de septiembre a noviembre y la cosecha se extiende de enero a abril. Los suelos tienen un nivel de pH que varía de 5 a 5,5 y el porcentaje de materia orgánica está en torno al 2,5%, mientras que tienen un 45% de arcilla.Erai Maggi Scheffer es el dueño de Filadelfia. El hombre, algo retacón, es simpático, habla sin parar y en cada frase deja flotando algún dato sobre la producción del Grupo. Toda la información se aloja en su memoria, no necesita que nadie le sople o apunte algo. Y tiene muy claro cuáles son las dificultades con las que se topan los productores brasileños. Algunas podrían aplicarse a los productores argentinos. "Este año se triplicó el precio de los fertilizantes", exclama Erai y agrega que "en los suelos más viejos necesitamos 70 kg de fósforo por hectárea, pero las tierras más nuevas necesitan más: hasta 200 kilos por hectárea", cuenta. Los argentinos también conocen la escalada que pegaron los precios del fósforo: entre 2001 y 2008 pasó de 325 a 970 US$/ton.Al momento de levantar la cosecha, los campos de Bom Futuro son un show. El grupo trabaja con 58 cosechadoras Case -26 de ellas pertenecen a la finca Filadelfia-. Todas son propias, porque allí no existe la figura del contratista. Por eso, mientras se realiza la cosecha, hay un alto "tránsito". Una de esas cosechadoras está conducida por Claudio, un operario que trabaja en Filadelfia hace tres años. En la cabina de su cosechadora suena Sertanejo, un grupo musical de San Pablo, y los 25 grados están amenizados por el aire acondicionado. Su día de trabajo arrancó a la tarde, porque a la mañana había llovido. "Acá el suelo es arenoso y el agua drena rápido", explica. Por eso, ni bien paró la lluvia, se pusieron a cosechar. "Aquí se usa el modelo 2399 de Case, especiales para grandes regiones. Tienen 325 HP, con cabezales de 35 pies", cuenta Dirceu Jacó Duranti, gerente de la firma para la región de Mato Grosso.En Brasil, los rindes se miden por la cantidad de bolsas que se levantan por hectárea. Cada una tiene una capacidad de 40 kilos. Ahora, en plena época de cosecha, esperan levantar 57 bolsas por hectárea, mientras que el año pasado cosecharon 54. Dicho en criollo: para esta campaña van por los 2.280 kilos, contra los 2.160 de la pasada. Está claro que los rindes son inferiores a los 2.700 kilos promedio que se obtienen habitualmente en la Argentina (aunque en el excelente año pasado se arañaron los 3.000), pero las dimensiones de los campos son otras. Claro que para lograr buenos rindes hay que estar a salvo de la roya de la soja, que aquí ataca con extrema severidad. En la campaña 2003/2004, hizo estragos y es clave el monitoreo permanente, que obliga a varias aplicaciones de fungicidas.

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