viernes, 18 de julio de 2008

¿Crisis terminal del capitalismo o,

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Por Ernesto Carmona
En la actual sociedad de mercado no hay cabida para todos, afirma el pensador brasilero Sergio Bacchi –avecindado en Chile–, en su libro La Crisis Final del Capitalismo (El Hombre y la Máquina). El texto, que saca a la luz el trasfondo oculto de la actual crisis sistémica global –que ya no sería cíclica sino terminal– se presentará mañana jueves 26 de junio, a las 18:30 horas, en el auditorio del piso 8 del Círculo de Periodistas de Santiago, Amunátegui 31.
El autor estima que la desinformación y la propaganda en favor del capitalismo, más la ausencia de medios democráticos y plurales, impiden un debate serio sobre las cuestiones más trascendentales que afectan al hombre contemporáneo. Bacchi advierte que se incuba una rebelión planetaria por la sobrevivencia de la especie humana, quizás una explosión social mundial que sepultará a la sociedad de clases y dará asidero a la consigna "¡socialismo o barbarie!".
Para el pensador brasilero todo esto ocurre mientras el mundo está sometido a la maldad guerrera del imperio estadounidense, cuyo jefe –George Bush– aceleró el cambio climático global y dio luz verde a la destrucción física del planeta, en tanto la injusticia, la opresión y la desigualdad alcanzan su máxima expresión en todo el orbe. Bacchi afirma que no presenciamos una crisis más, sino la última. El verdadero fin de la historia. ¿Y qué vendrá después de la hecatombe? Simplemente, ¡socialismo o barbarie!
Harakiri del capitalismo
Bacchi expone cómo el capitalismo se está haciendo una suerte de harakiri al incrementar sus ganancias mediante la automatización y las máquinas computarizadas que cada vez desalojan más trabajo humano, aumentan el desempleo y generan así mucho dolor en la sociedad, pero también levantan un límite a la extracción de lucro de la mano de obra, o sea, de la plusvalía, el valor que la clase trabajadora agrega a la producción sin ninguna retribución.
Y en el análisis de Bacchi –al igual que en Carlos Marx–, la extracción lucrativa de ese plusvalor es la esencia misma del capitalismo. Y también su sostén, porque, entre otras razones, los trabajadores compran y consumen los productos elaborados por esas máquinas, a fin de reproducir su fuerza de trabajo, pero si están desempleados se abstienen de comprar y consumir. Por lo tanto, la economía de mercado funciona para una población cada vez más reducida. Beneficia a una minoría que lucra, pero …no caben todos.
Y esto acaece por doquier, en todo el mundo, pero principalmente en EEUU, donde el capital financiero y la especulación le ganaron hace años la partida al capital industrial, como lo demuestra el autor con cifras contundentes, de fuentes estadounidenses irrefutables e "intachables" para el propio capitalismo, como la Reserva Federal.
Esto significa que en la economía globalizada ya no predomina lo que se produce, la riqueza emanada de la producción industrial, sino que se crea riqueza ficticia mediante la especulación en las "burbujas financieras" y en las bolsas de valores del tipo Wall Street.
Billetes de papel periódico
Pero también vaticina que la hegemonía del capital financiero está al borde del colapso. La economía de EEUU funciona con un déficit comercial multimillonario, apenas sostenido por China, la India, Corea del Sur, Japón y otros países cuyas mercancías baratas, elaboradas con mano de obra sub-pagada, se exportan cada vez más a EEUU, donde eliminan fuentes de trabajo. Y esos países causantes y, a la vez, sostenedores del déficit comercial estadounidense compran sus bonos del Tesoro para postergar la caída de un sistema que también los arrastraría cuesta abajo. Sin embargo, en esas naciones crece el temor ante el inminente colapso del dólar, que está cayendo en picada sostenida desde hace varios años y amenaza convertir las reservas de los bancos centrales dolarizados –como el de Chile y muchos aíses del mundo– en simples trocitos de papel sin valor y sin importancia.
Para demostrar el alcance mundial de esta crisis terminal, Bacchi cita a numerosos estudiosos y cientistas sociales contemporáneos. Por ejemplo, a Francisco de Oliveira y Lucio Kowarick, quienes en 1975 explicaron la marginalidad –y por consiguiente, la exclusión social– como "una forma peculiar de inserción de la población desempleada en la división social del trabajo", pero en el 2006 Mike Davis retrucó que "el 57% de los trabajadores de América Latina, el 40% de Asia y el 90% de África están excluidos en la informalidad y componen un vasto «proletariado informal»".
Para Davis y Bacchi, esa masa de desempleados excluidos no puede tipificarse como lumpen "ni mucho menos llamarse «ejército de reserva», pues ya no son reserva de nada y no hay un sistema económico capaz de absorber esa magnitud de desempleados". En resumen, y al contrario del discurso dogmático de la propaganda de los grandes medios, la libertad de mercado del capitalismo no es sinónimo de libertad personal, individual, ni de derecho a la vida y, además, se muestra incapaz de resolver los problemas esenciales de los seres humanos que forman parte de la sociedad contemporánea. Al contrario, su respuesta es la muerte, como en Iraq y Afganistán, y ayer en Corea, Vietnam y Somalia, para citar unos pocos casos de invasiones estadounidenses a gran escala.
Fin del viejo truco de la guerra
La guerra y la acumulación incesante de armamentos capaces de destruir varias veces el planeta, dejó de ser –además– el salvavidas cíclico de la economía estadounidense, gobernada por el llamado complejo militar industrial, que fabrica e innova de manera permanente los artilugios bélicos que sustentan la superioridad militar y tecnológica del imperio, sostiene Bacchi.
Bush recibió el gobierno hace 8 años con superávit fiscal, pero en 2008 el presupuesto de EEUU exhibe un déficit de más de 400 mil millones de dólares. Y el gasto "keynesiano" en las guerras de Iraq y Afganistán no dio el tiraje esperado a la chimenea de la economía, como tampoco lo hizo la "burbuja inmobiliaria" que sustituyó a la difunta "burbuja punto.com". Simplemente, los estadounidenses ya no tienen plata para salvar sus casas, el consumo cae y más de 40 millones de ciudadanos pobres no tienen ninguna protección de salud. Esta vez la crisis del capitalismo está comenzando "en casa", con recesión e inflación.
DUVAL RAMIREZRED
POR TI AMERICA (CAP) VENEZUELA

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